Cuando la gente lo roban el corazón

Por el último fin de semana fui a Boquete, un pueblo en la provincia de Chiriquí hacia el oeste de la ciudad. Fue interesante para tomar el bus allí, porque el viaje dura casi 8 horas, entonces vimos mucho del paisaje. Sentamos con un muchacho de Montana que ahora vive en Boquete, y nos dijo que había sido mucha construcción en la autopista para llegar a Chiriquí, entonces llegamos más rápido. El muchacho se llama Jed, y se mudó a Panamá hace 3 años porque sus padres creían que los EEUU eran demasiados peligrosos. Jed está muy emocionado para regresar a los EEUU en abril porque dice que no hay mucho para hacer en Boquete.

En el pueblo de Boquete, sí no hay tantas cosas para hacer. Hay mucho turismo, pero ha desarrollado en los años más recientes, entonces la mayoría de las cosas para hacer son comer en restaurantes y visitar las tiendas de recuerdos. Sin embargo, ¡las montañas y la naturaleza allí son maravillosas! El viernes caminamos en un sendero para ver tres cataratas. Pudimos caminar en el río y acercarnos a las cataratas. No había mucha gente en el sendero, entonces fue un gran descanso de la ciudad. Luego, almorzamos en el pueblo de Boquete y lo exploramos.

El camino hacia las vistas increíbles

El sábado tomamos una gira en caballo, y nuestro guía nos enseñó una palabra nueva: cabalgar. Cabalgamos por su rancho y vimos las vistas increíbles. Había mucha tierra de pastura y otra agricultura. Nuestro guía Jaime ha vivido en Boquete por su vida entera. Nos dijo que antes de ser un destino turístico, Boquete era mayormente un pueblo agrícola. Ahora hay más trabajo y Jaime ha trabajado en el negocio de turismo por muchos años, pero todavía no le gusta ver tantos turistas o tanta gente en general en el pueblo. Entonces, se mudó a las montañas. Tiene un apellido alemán porque su abuelo era de Alemania, pero por lo general se considera boqueteño y chiricano. Jaime aprendió inglés trabajando en turismo y nos dijo que los turistas alemanes de menudo tratan de enseñarle alemán, pero no puede practicar bastante para aprender el idioma.

Después de cabalgar, caminamos en un sendero bastante cerca a nuestro hostal. Fue difícil para encontrarlo, así pregunté al niño curioso, quien había sido siguiéndonos en su bicicleta, si sabía dónde estaba. Él me miró tanto como si fuera una fantasma. Tal vez nunca había oído una gringa hablar en español. Encontramos el sendero y bajamos en un valle pequeño con un río fresco y bellísimo. ¡Qué aventura!

Por la última semana de las aldeas, formamos grupos y preguntamos a la tía de una casa que necesitaron por los niños o por la casa. Los niños saben que cada año los gringos les compran regalos, entonces estaban emocionados. Una niña, mi amiga María, me preguntó si le compraría un reproductor de mp3. Me sorprendí que ella pensó que tuve tanto dinero, y que no estuvo tímida de preguntar por cosas caras. Insistí que no tuve tanto dinero. Luego, supongo que estuvo irritada o enojada conmigo y me dijo que yo tengo una barba, a lo cual le respondí –Sí– y nada más. Ella dijo nada más y luego cambió el tema. Supongo que querría provocar una respuesta de mí, tal vez por atención o de aburrimiento. Continué de charlar con María, entonces recibió atención, pero de una manera más tranquila.

Fue difícil para despedirme a los niños, porque ambos yo y ellos sabíamos que no nos veremos otra vez. Fue difícil para mantener energía para jugar con los niños incansables. Algunas veces fue difícil para jugar con los niños cuando no se comportaron bien. Cada día aprendí algo, y cada día salí llena de gracias que los niños me habían permitido compartir la tarde con ellos. Aprendí mucho de la cultura de Panamá, pero creo que mi experiencia favorita fue jugar con los niños.

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